Cómo «destruir» el tiempo en el kilómetro cero
Esto sucedió ayer por la tarde justo en el kilómetro cero de la Puerta del Sol (gracias Jesús Robles por la gran foto). Con un pesado martillo hice añicos un reloj: un símbolo de la «destrucción» del tiempo y una alegoría al «punto cero» de los futuristas rusos, los hombres y mujeres del futuro que a comienzos de siglo adelantaron en radicalidad y ruptura al mismo dadaísmo de Zúrich y que solían hablar de un «punto cero» para expresar la necesidad de reescribir la historia. El Año Cero.
Fue el principio del final de algo en lo que he tenido la fortuna de participar: el curso Heterodoxias radicales de Dadá, que he dirigido en el museo Reina Sofía, y que quise clausurarlo con un Paseo Guiado por el Madrid de Dadá. Juntos, alumnos/as, colegas y seguidores del Dadá, atravesamos Madrid visitando el café Pombo, aquel «templo sin dioses» ultraísta o pombista con Tristan Tzara, que lo visitó en 1929, y toda la horda de personajes maravillosos capitaneados por Ramón Gómez de la Serna, el atentado mortal contra José Canalejas, Valle-Inclán y su esperpento como heredero del absurdo patafísico y la carcajada dadaísta, el Café Colonial, el «café de los cagones» de Rafael Cansino Assens y Guillermo de Torre por el que pasaron tantos (Huidobro, los Borges, Diego Rivera…), la «Acera Roja» y el pistolerismo de aquel Madrid, la famosa farola que inauguró Gómez de la Serna (la ¡reinauguramos! con una seda roja, un monóculo y la palabra «Dadá»), el Gran Kursaal y Anita Delgado y Mata Hari, dos personajes incomparables, dadaístas sin saberlo quizás: Pedro Luis de Galvez, el rey del sablazo, y el cura Merino, nuestro regicida patrio, el espiritismo, la maravillosa Musidora / Irma Vep y sus mallas negras en el Teatro de la Comedia y Rafael Lasso de la Vega y el café Zaragoza, el «café de la sífilis», antes de que este marchase a su querida Sevilla y allí muriera atrapado en las puertas giratorias de cristal del Ateneo y falleciera de un infarto en una muerte absolutamente Dadá. Leímos su «Ultraísmo: alegría de ser poeta» y luego, por supuesto, brindamos. Gracias.