la facción caníbal. historia del vandalismo ilustrado | primer capítulo

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Nota Preliminar: contraseñas


Durante gran parte de su vida Walter Benjamin trabajó en La obra de los pasajes, un titánico e inconcluso proyecto en torno a París. No se fijó en los grandes personajes y lugares de la ciudad, sino en sus ruinas, construyendo una historia de París a partir de rebeliones pasadas, relatos acerca de tipos pintorescos o locos, asesinatos, encuentros azarosos, citas o antiguas pintadas. Durante sus frecuentes paseos sintió como si sus casas no estuvieran hechas para ser habitadas sino para contemplarlas y pasearse entre ellas. Pero lo que más le interesó fueron los numerosos pasajes que, como testigos de otro tiempo, sobrevivían en diversos puntos de la ciudad. Al atravesarlos, el paseante podía ir de un punto a otro, de una época pasada a otra posterior y de un concreto momento emocional a otro distinto. Benjamin escribió centenares de páginas. Se sentía pletórico: había dado con un método. 

El trabajo de Benjamin en torno a París tenía que ver con la navegación, donde “los barcos son desviados por el polo norte magnético”. Su objetivo no era otro que encontrar ese “polo magnético”, pero para lograrlo primero debía perderse: “Aquello que para los otros son desviaciones, para mí son los datos que determinan mi curso”, confesó.

Cada época sueña con la siguiente. 

Nada desaparece. 

La figura del escritor, tal y como hasta el momento la hemos entendido, ha muerto. Es el paseante y solo él quien posee la capacidad para narrar su viaje. 

 

Introducción


-Hace ya algún tiempo que tengo la sensación de que tanto novelistas como terroristas se encuentran inmersos en un juego de habilidad.

-Interesante. ¿En qué sentido?

-Lo que ganan los últimos, lo pierden los primeros. El grado de influencia que logran sobre la conciencia de las masas depende de nuestra decadencia como modeladores del pensamiento y la sensibilidad. El peligro que representan equivale a nuestro propio fracaso a la hora de resultar peligrosos.

-Y cuanto más claramente vemos el terror, tanto menor impacto nos produce el arte.

Don DeLillo, Mao II

 

Hamburgo, 17 de septiembre de 2001.


El célebre compositor alemán Stockhausen está ofreciendo una rueda de prensa ante una concurrida audiencia. Ha pasado justo una semana del atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York. De pronto, uno de los periodistas le pregunta sus impresiones acerca del terrible suceso. Stockhausen, posiblemente sin ser consciente del escándalo que estaba a punto de producir, comienza a hablar: “Lo que ocurrió allí fue la mayor obra de arte que jamás haya existido. Que unos espíritus hayan conseguido realizar, en un solo acto, algo con lo que en la música ni siquiera podemos soñar; que unas personas ensayen como locos durante diez años, totalmente fanatizados, para dar un solo concierto y morir luego, es la mayor obra de arte del universo”. Alguien contiene la respiración, para seguidamente hacer correr a toda velocidad su lápiz por la superficie de la libreta de notas. A la mañana siguiente las declaraciones del compositor aparecen recogidas en grandes titulares. Poco después, Stockhausen se vio obligado a precisar sus comentarios: “Es un crimen, por supuesto que lo sabéis, porque las personas que han muerto no estaban de acuerdo. Ellos no venían a ese concierto, desde luego. Y tampoco nadie les había advertido que podían ser asesinados durante su transcurso”. Sin embargo, ya era tarde. Varios de sus conciertos fueron suspendidos e incluso su hija, pianista, declaró que jamás tocaría bajo el apellido de su padre. 

Hay quien cuenta una curiosa historia. Mientras las gigantescas moles de hormigón se venían abajo, se encontraban reunidos varios arquitectos de prestigio. Inmediatamente, alguien encendió la televisión. Los rostros de los arquitectos, al presenciar aquel colosal derrumbe, no reflejaban pavor: estaban completamente fascinados. Toda fascinación conlleva necesariamente una parte de deleite. Muchos artistas sueñan con alcanzar ese efecto en el espectador, pero el terror es capaz de lograrlo en un abrir y cerrar de ojos.

Stockhausen no fue el único que realizó una interpretación estética del atentado. El filósofo Jean Baudrillard tampoco dudó en afirmar que “se piense lo que se piense de su cualidad estética, las Torres Gemelas fueron una performance absoluta, y su destrucción fue también una performance absoluta”. Al elevar aquel brutal atentado a la categoría de arte, lo que Stockhausen vino a señalar fue, precisamente, que lo demoníaco, deforme y horroroso puede ser al mismo tiempo bello. Sus polémicas declaraciones recogían una determinada tradición en torno al arte, el crimen y el terror, que se remontaba casi trescientos años atrás, justamente en los años que precedieron a la Revolución Francesa, por lo que, de alguna manera, lo que hizo fue ponerle nombre a esa estética del asesinato en pleno siglo XXI. 

Pero lo mejor será que empecemos por el principio…
 


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Fotografía: Lucy Rock

Fotografía: Lucy Rock

 
 

NOTAS:

Las referencias de Walter Benjamin a la navegación y concretamente las citas: "Los barcos son desviados por el polo norte magnético" y "Aquello que para los otros son desviaciones, para mí son los datos que determinan mi curso", las tomé de Walter Benjamin, La Dialéctica en Suspenso. Fragmentos sobre la Historia (Lom Ediciones, 2004), pag. 119.

La cita del estupendo libro de Don DeLillo Mao II está recogida en su página 212 (Seix Barral, 2008).
Las declaraciones de Stockhausen a las que hago rerefencia aparecen en diversas obras que fácilmente pueden consultarse. Para ver cómo estas palabras han sido sacadas de contexto ver el artículo “The Devil Made Him Do It”, de Anthony Tommasini, publicado en el New York Times (30 de septiembre de 2001). También pueden leerse sus declaraciones en la obra de Frank Lentricchia y Jody McAuliffe Crimes of Art and Terror (University of Chicago Press, 2003),  pag. 7.
Baudrillard, como vemos, se sumó a la polémica suscitada por las declaraciones de Stockhausen. Sus palabras a este respecto aparecen en “Requiem for the Twin Towers” incluido  en The Spirit of Terrorism (Verso, 2002).